COVID-19, Publicación y redacción científica

Publica (y paga) o perece: el lado oscuro de la Ciencia

En todos mis libros y webinars insisto en la importancia de la comunicación científica. Llevar a cabo investigaciones serias, rigurosas, con muestras representativas y procedimientos éticos es básico para hacer avanzar el conocimiento. Sin embargo, si esos resultados no se comunican adecuadamente, pierden utilidad porque tienen que llegar al resto de la comunidad científica y a la sociedad.

Este loable fin que es imprescindible, podría parecer altruista si no fuera porque el sistema de publicaciones científicas esconde un lado oscuro: un negocio millonario. O casi, porque los autores del contenido y los revisores del famoso peer-review (revisión por pares) somos los flancos más débiles de un sistema que, sin embargo, nos necesita para sobrevivir tal y como está articulado. Desentrañar las partes más opacas del mismo es el objetivo de este post.

Publicar o morir en la Ciencia actual es una cuestión… de dinero [Imagen: Pixabay]

Todo el mundo paga… menos las editoriales

El sistema de publicación científica se basa en revistas especializadas y editoriales que aspiran a tener suficientes manuscritos como para establecer criterios de selección y filtrado. Ya he dedicado contenido en este blog desinado a explicar Cómo publicar un paper y cuáles son los 4 motivos de rechazo más frecuentes. Las revistas se clasifican de acuerdo a una escala (A sería la más prestigiosa y E o F las menos atractivas, normalmente locales). En la cima la pirámide del prestigio, tres cabeceras archifamosas: Nature, Science, o la revista biomédica The Lancet. ¿Cuál es la razón de que todos ansíen publicar? El actual sistema académico premia a los investigadores que más publiquen, de manera que la financiación para nuevos proyectos o la acreditación de méritos va ligada a tener muchos papers en sitios con pedigrí (el famoso «Publish or Perish» del mundo anglosajón). Se comprende entonces que hoy hacer ciencia sea una feroz competición que va dejando muchas víctimas, sobre todo entre las mujeres científicas Pero además, se ha convertido en un jugoso negocio en manos de varios grupos privados. De hecho, los llamados Cinco Grandes (Elsevier, Springer, Wiley-Blackwell, Taylor & Francis y Wise) publican más de 50% de los papers que ven la luz en cualquier campo, con el inglés como lengua franca de difusión. Su público es restringido por naturaleza, así que es frecuente que publicar cueste dinero y que afloren también las editoriales parasitarias y las revistas depredadoras. Es decir: todo el mundo se enriquece… salvo autores y revisores, que a veces no saben que lo son y siempre lo hacen gratis. Un estudio ha cifrado en 1.500 millones de dólares el valor de ese trabajo no pagado en 2020, solo en EE.UU. Sorprendente, ¿verdad? En efecto, los autores no solo no cobramos nada por publicar, sino que entregamos los manuscritos revisados, maquetados y, encima, pagando. Esta es una de las razones por las que mis manuales son autopublicados. Amazon me permite controlar mi trabajo y cobrar un precio razonable por él sin intermediarios.

COVID-19 y visibilidad, un arma de doble filo

La pandemia lo ha cambiado todo. Nuestra vida, nuestras costumbres, nuestra forma de relacionarnos, nuestra percepción de la sanidad… y de la Ciencia. Conceptos como ARN mensajero, sistema inmunitario, virus, co-infecciones, COVID persistente… se han vuelto habituales en el lenguaje de la calle en apenas un par de años. Esto ha servido para divulgar el trabajo científico y llevarlo a una dimensión de familiaridad ciudadana realmente maravilloso. Ojalá sirva para derribar estereotipos y para ayudar a mejorar las condiciones laborales de quienes tienen por cometido proteger y salvar vidas.

Pero la carrera desaforada por publicar datos sobre el COVID-19 también tiene un lado oscuro ligado al funcionamiento que acabo de explicar. Pasados ya unos cuantos meses, desde que el SARS CoV-2 llegó para quedarse, se ha detectado un aumento exponencial de artículos superficiales, científicamente irrelevantes o carentes de ciertos controles, entre otros sesgos científicos que deben ser evitados. Sin quitar valor a los hallazgos, se prima la rapidez en ofrecer algo publicable, con el riesgo implícito de descrédito a toda la comunidad científica que ello conlleva.

¿Conocías estos detalles del sistema de publicación científica? Seguiremos dedicando posts a estos aspectos tan desconocidos para el público en general, así que no te pierdas nada siguiendo a Docendo Discitur.

FUENTES: Este post está inspirado en dos artículos: Cómo publicar ciencia: todo el mundo paga, menos las editoriales y Covid-19 y la ética de las publicaciones científicas, ambos publicados en The Conversation.