Nunca creí que tendría que escribir un post tan obvio como este, pero la actualidad obliga. Hace unos días nos sorprendía la noticia de que el gobierno pretende autorizar la contratación de más profesorado de ESO y Bachillerato aunque no tenga el Máster para Profesorado que habilita para ejercer la docencia en estos niveles. ¿La excusa? Subvenir a las necesidades ocasionadas por la pandemia de COVID-19 en los centros educativos. Docentes y sindicatos lo consideran un maltrato a la profesión docente. La Conferencia de Decanos de Educación ha expresado su perplejidad y cree que devalúa la calidad de la enseñanza.
Dejando de lado que el gobierno estaría saltándose a la torera la legislación, esta idea es un absoluto despropósito que expresa a las claras qué nivel de prioridad otorgan los gobiernos españoles a la educación: cero. Aún recuerdo los debates en torno al antiguo CAP, cuya muerte ya se pronosticaba cuando yo lo obtuve en 2003. Tardó en expirar su último aliento, que llegó en 2009 al ser sustituido por el actual Máster de un año [spoiler: sus carencias y el mercadeo que con él practican las universidades privadas darían para otro post]. Con todas sus fallas, que el propio Estado se lo ventile en aras de la urgencia no me parece sensato para que nuestros adolescentes sobrevivan a la pandemia sin quebranto en su formación. El destino ha querido que esta situación me pille leyendo El complejo oficio del profesor de la pedagoga sueca Inger Enkvist (Fineo) en el que insiste en la importancia de formar bien al profesorado para conseguir a largo plazo una educación de calidad.
Más allá de los informes PISA (muy cuestionados, por otra parte) y de la malsana competitividad que el neoliberalismo ha insuflado a la educación pública, a continuación expongo una serie de razones argumentadas sobre por qué no es posible dar clase en Secundaria y Bachillerato sin una potente formación pedagógica detrás.

1. Más conocimiento supone más eficiencia
¿Alguien cuerdo se dejaría abrir el pecho por un cirujano que nunca ha entrado a un quirófano ni ha ensayado? En enseñanza pasa lo mismo: antes de trabajar en un entorno real hay que conocer el terreno, para eso existen las prácticas. Si el problema ante la COVID-19 es la escasez de personal docente interino, podría haberse abordado la cuestión por otras vías: hacer listas entre los propios estudiantes del Máster y/o entre personas que hayan preparado oposiciones a enseñanzas medias durante al menos un año, aunque no hubiesen aprobado. Esto garantizaría una mínima homogeneidad de conocimientos base. Si un docente no llega al aula sabiendo cual es su misión dentro de ella, mejor que no pase de la puerta. Los profesores que ya están ejerciendo deben compartir prácticas exitosas, no instruir a colegas de igual estatus sobre cómo manejar una clase.
2. Moldea materia prima muy delicada
Al igual que el cirujano, el profesor tiene una incidencia directa en el bienestar de las personas. La adolescencia es un período muy complejo y fundamental en la vida de un ser humano. En apenas 6 u 8 años se materializan las transformaciones físicas, emocionales e intelectuales que lo convertirán en persona adulta. Un profesor debe tener en cuenta todos estos condicionantes dentro y fuera del aula, pues los centros son ecosistemas de enseñanza en sí mismos. Para aprovechar cualquier situación como posible fuente de aprendizaje, debe estar correctamente preparado.
3. Riega o pudre las semillas del futuro
¿Quién no recuerda a un profesor sublime (o nefasto)? Esto sucede porque no es un busto parlante. Un docente es un puente entre la realidad y el conocimiento, a través de él o ella éste se hace tangible. Desde el punto de vista del estudiante, encarna lo que enseña, de forma que es imposible separar a la persona de la experiencia. A partir de los 12-14 años se desarrolla el pensamiento crítico y es el momento de ejercitar la capacidad de razonar. Un buen profesor debe conocer no solo su materia, sino sobre todo cómo transmitirla adecuadamente para que el estudiante pueda ser capaz de seguir aprendiendo el resto de su vida (en la universidad, en el trabajo, criando a sus hijos o intentando dejar de fumar).
4. No es un trabajo, es un compromiso
Ser profesor va más allá de disponer de unos conocimientos para ejecutar mecánicamente una labor. Supone dejar una huella (para bien o para mal) en futuras generaciones. En un símil religioso, es una forma de ir por la vida dando testimonio. La pedagogía es un arma fundamental. Con una buena base, cualquier docente podrá seguir formándose y estar receptivo a los cambios que se producen y que influyen en su trabajo. Aunque sus estudiantes tengan siempre la misma edad, la sociedad en la que crecen no permanece inmutable. La misión del buen profesor es ser consciente de esa dicotomía con herramientas eficaces y sentido de la responsabilidad.
En Docendo Discitur siempre estamos apegados a la realidad. ¿Estás haciendo el Máster de Profesorado? ¡Consúltame sin compromiso!
2 comentarios en “¿Ser docente sin Máster de Profesorado? 4 razones en defensa de la pedagogía”
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