Este mes los medios se han hecho amplio eco de una plataforma para compartir apuntes que causa furor entre los estudiantes universitarios: Wuolah. Creada en 2015 por jóvenes de Sevilla, su funcionamiento es sencillo tal y como cuenta un reportaje de El País: los estudiantes suben apuntes, que otros pueden descargarse con publicidad (gratis) o sin ella (pagando un bono). Si quienes suben apuntes alcanzan un mínimo de descargas, pueden empezar a cobrar. Menos de un 10% de los contribuyentes de la web llega a este umbral, pero desde la empresa afirman estar trabajando para lograr que en dos años muchos vivan de ello, llegando a los mil euros mensuales. Wuolah supera actualmente los cuatro millones de documentos y más de 500.000 estudiantes utiliza la red, a la que se están sumando también contenidos de ESO y Bachillerato. Las marcas lo saben y el espacio publicitario que antes ocupaban pequeños negocios de Sevilla, ahora es codiciado por Disney.
Si asumimos que el intercambio de apuntes siempre ha existido, ¿cuál es la diferencia entre esta red y por ejemplo la mítica web Patatabrava? El modelo de negocio, que ha dejado de ser altruista. La start-up que está detrás de la idea ha recaudado más de un millón de euros en rondas de inversión y entre sus mecenas están Juan Roig, fundador de Mercadona y un acelerador de empresas de la Junta de Andalucía. Busca la rentabilidad remunerando a quienes le suministran el contenido y generando un nicho de mercado con algo que a la empresa le sale gratis.

Si es legal, ¿por qué tanto revuelo?
Esta empresa no ofrece ningún servicio propio, más que el acceso al contenido que suben los propios estudiantes. El problema es que éstos no poseen derechos de reproducción de los apuntes, cuya propiedad intelectual es del profesorado que los elabora. Por tanto, obtener lucro con contenido que no es de su autoría y además no fue diseñado para ser objeto de transacción comercial resulta improcedente (se considera que los apuntes cumplen una función de aprendizaje y el estudiante es un mero copista, por decirlo claramente). El mecanismo de Wuolah infringe la ley de propiedad intelectual. [Quizás también te interese leer: Comprar TFG: ¿merece la pena?].
Wuolah si eres estudiante
- Todos hemos tenido veinte años y ganas de fiesta (tus profes, también). Spoiler: sabemos cuándo alguien ha estudiado para un examen o solo busca un golpe de suerte.
- Tomar apuntes propios es una parte de tu formación, pero no solo. Con tus notas puedes hacer lo que quieras, pero subir contenido facilitado por las personas que te dan clase es delito. Fiarlo todo a apuntes de otras personas es arriesgado (cuando no directamente suicida).
- No eres un receptáculo de apuntes, sino parte activa del proceso de enseñanza. Por muy buenos que sean, no siempre te salvarán el curso.
- Lee los manuales recomendados, toma notas por tu cuenta y amplía lo visto en clase. Si no lo haces así, es difícil que apruebes. Y desde luego, este sistema no te servirá para el TFG.
Wuolah si eres docente
- Proporciona siempre material identificable, con marca de agua o similar, para poder probar la autoría.
- Si detectas apuntes propios en esta u otras plataformas, notifícalo y denuncia. Wuolah ya ha retirado contenidos, lo cual demuestra que son conscientes de que caminan en la cuerda floja.
- No des todo hecho, estimula que tus estudiantes hagan tareas (ejemplos: exposiciones en pequeño grupo, mapas conceptuales, resúmenes, esquemas, dinámicas de preguntas y respuestas).
- Huye de las metodologías pasivas y evita que tu alumnado se aburra. Si algo no gusta, la tentación de tomar el primer atajo aumenta exponencialmente.
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1 comentario en “Wuolah: ¿compartir o traficar con apuntes?”
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